Ahora que se habla tanto de la globalización y de lo pequeño que se ha vuelto el mundo, ¿te has parado a pensar alguna vez en la imagen que tienes del mismo? Por ejemplo, ¿son Europa y Sudamérica realmente de un tamaño parecido tal y como nos enseñaron en la escuela? ¿Es Groenlandia tan grande como la pintan? No nos digas que esto no te quita el sueño. Pero para eso estamos aquí, para entretenerte entre puzzle y puzzle. Empecemos por el principio.
Y el principio es un problema: la Tierra es una esfera achatada por los polos y los mapas son planos, lo que significa que para representar la superficie de la Tierra en un mapa tenemos que utilizar proyecciones (transformaciones matemáticas) que intenten reflejar el tamaño, las distancias y las formas de cada continente. Como te imaginas, o si no ya te lo decimos nosotros, esto crea distorsiones porque una proyección puede ser geométricamente correcta (respetar la forma) o representar apropiadamente el área, pero nunca puede hacer las dos cosas a la vez. Cuando los cartógrafos modifican la esfera para representarla plana, la distancia, el área, la escala o una combinación de las tres dejan de ser precisas.
Actualmente existen unas 400 proyecciones distintas de la Tierra y ninguna la representa de forma exacta. La proyección con la que probablemente estamos más familiarizados es la de Mercator. Un mapa que se viene utilizando desde 1569.
Esta proyección es cilíndrica y, además de mantener la forma de los continentes, también representa las direcciones correctamente. Se creó con la intención de proporcionar una herramienta de navegación precisa a los marineros europeos, quienes, gracias a este mapa, podían trazar una línea recta desde el punto A al punto B fácilmente. Se ha discutido mucho sobre la ideología eurocéntrica de este mapa, pero lo cierto es que como estaba hecho para marineros europeos, Europa aparece representada como un continente más grande de lo que es en realidad para facilitarles las cosas.
En 1974, el historiador Arno Peters presentó una “nueva” proyección de la Tierra que él llamó “más justa” porque representa con mayor fiabilidad las dimensiones de los continentes, a pesar de que la forma de los mismos no es demasiado exacta (África y Sudamérica aparecen muy alargadas, por ejemplo). En realidad Peters se apropió de una proyección del s. XIX realizada por James Gall a la que introdujo una serie de correcciones. La mayoría de cartógrafos ignoran este mapa porque consideran que carece de rigor científico. Sin embargo, ciertas ONGs y organizaciones como la Unesco lo prefieren porque creen que tiene un enfoque más equilibrado de las dimensiones de los continentes y países, y en él los países del Sur no aparecen más pequeños de lo que son. Por ejemplo, en el mapa de Mercator, Groenlandia es mayor que África cuando en realidad es 14 veces más pequeña. Asimismo, Europa aparece casi del mismo tamaño que Sudamérica pero tiene más de 7.000 km cuadrados menos.
Actualmente la controversia Mercator vs. Gall-Peters ha dejado de existir. Ambas proyecciones se consideran defectuosas y ya tenemos mapas más precisos. Los que gozan de mayor aceptación son la proyección de Robinson y la de Winkel Tripel (la aceptada por la NGS, National Geographic Society).
Sin embargo, la proyección de Mercator sigue siendo la más usada por las herramientas de navegación, Google Maps incluido. ¿Por qué? Porque sigue siendo práctica.
En definitiva, la proyección a escoger en realidad debe depender del fin para el que vaya a usarse. Se tiene asumido que se juega con las distorsiones según la finalidad del mapa. Como dijo el escritor estadounidense David Viscott: “El mundo es un rompecabezas cuyas piezas cada uno arma de diferente manera”.
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