Mejorar nuestra capacidad de atención y concentración nos hace ser más productivos y, además, entrena nuestra mente para enfocarnos en un objetivo y llevarlo a cabo de forma fructífera.
Tener una buena capacidad de concentración nos ayudará en el trabajo y en nuestra vida cotidiana para ser conscientes de lo realmente importante, priorizar, realizar nuestras tareas de forma más provechosa, en menor tiempo y sin agobiarnos ni estresarnos. Por tanto, estar bien entrenados en esta disciplina mental es esencial para ser más felices y tener una vida tranquila.
Y no solo para los adultos, también es importante para los niños; para hacer los deberes, centrarse a la hora del estudio, e incluso para manejar las emociones y disponer de unas relaciones sociales sanas. Como en cualquier disciplina, ya sea hacer un deporte o aprender un idioma, cuanto más pronto se comience, mejor será, ya que desarrollaremos mucho más nuestra habilidad y lograremos resultados más favorables.
Hay multitud de técnicas para ejercitar nuestra concentración, algunas más sencillas y otras un pelín más complejas, solo aptas para mentes entrenadas. Vamos a repasar algunos de estos métodos.
Antes de comenzar con los ejercicios, es importante situarnos en un lugar en el que estemos cómodos y nos sintamos seguros, sin muchos estímulos que nos rodeen (es aconsejable apagar el teléfono, la televisión o la radio). Que no haga ni mucho calor ni tengamos frío, y llevemos ropa cómoda y suelta que no apriete. Puedes poner una música suave, instrumental o sonidos de la naturaleza (en Youtube o Spotify encontrarás un montón de música de este tipo que te ayudará. Aquí tienes un ejemplo).
Una de las técnicas se basa en concentrarse en un sonido. Identifica un sonido, bien de la música o de algo que te haya llamado la atención (un grifo que gotea, un ruido del ambiente, etc.) y céntrate en él. Trata de separarlo del resto de cosas que escuchas y mantén tu atención en el sonido (como si quisieras diseccionarlo). Es sorprendente ver cómo parece que cada vez fuese más y más nítido. Esa sensación es la que hay que perseguir y mantener.
Otra técnica muy común es la de observación de nuestra propia respiración. Como en el caso anterior fijamos nuestra atención en nuestra propia respiración. Nota cómo el aire entra por la nariz, recorre tus pulmones y luego sale. Centrarse en la respiración además ayuda a abrir los pulmones y es más relajante. Eso sí, no hay que forzar la respiración, simplemente hacerlo con normalidad.
Recrea un momento súper feliz o agradable que hayas tenido, recuerda cómo te sentías, qué había a tu alrededor, trata de analizarlo todo poco a poco.
Lo más importante es fijar y tratar de mantener nuestra atención en el momento y sensaciones presentes (el “aquí” y el “ahora”) sin importarnos nada más. Es normal que durante estos estados meditativos en los que tratamos de concentrarnos, aparezcan ideas y pensamientos pasajeros que nos desconcentren, pero debemos dejarlos ir. Para ello puede ayudarnos visualizar estos pensamientos como si fueran nubes, que pasan y se van. Hay que dejarlas ir y no quedarse en los pensamientos ni alimentarlos, porque sino entonces perderemos el hilo de nuestra concentración. Tampoco hay que enfadarse ni frustrarse por haber tenido un momento de desconexión y desconcentración, simplemente volvemos a lo que estábamos haciendo, reconectamos con la concentración, y no juzgamos lo que ha ocurrido, ya que es lo más normal del mundo.
Hacer breves y pequeños ejercicios de concentración en nuestro día a día ayuda a entrenarnos. Por ejemplo; cuando preparamos nuestras cosas para ir al colegio, la universidad o a trabajar, hacerlo de forma consciente y fijándonos bien en todo lo que guardamos en nuestra mochila, repasar bien que no nos dejemos nada, etc. (también es válido si tenemos que hacer una maleta). Cuando leas algo, aunque sea un artículo de una revista, pon toda tu atención en eso. ¿No te pasa que a veces lees un texto y a la mitad te das cuenta de que no te has enterado de lo que has leído? Eso es porque muchas veces nuestro cerebro actúa de forma mecánica, y mucho más si son cosas muy cotidianas que ya prácticamente hacemos como robots. Pues justo en esas cosas es en las que podemos aprovechar para ejercitar nuestra concentración. Otra ocasión puede ser cuando nos demos una ducha; notar cómo cae el agua sobre nosotros y centrarnos en esa sensación de limpieza.
Otro grandísimo ejercicio para entrenar nuestra capacidad de concentración es hacer puzzles, montar nuestro rompecabezas en un lugar agradable, concentrarnos en cada una de las piezas, ir analizando la forma que va tomando el conjunto. Separar y agrupar las piezas una a una. Todos estos pasos realizados de forma consciente ayudarán a mantener en forma el cerebro de los pequeños y los mayores.
Además, este método es apto para todas las edades, y puede ser un gran aliado para los niños, ya que rara vez conseguimos que se queden quietos para realizar alguno de los ejercicios anteriores que requieren de sosiego y calma. Activar y entrenar su concentración a través de los puzzles es, sin duda, una de las mejores opciones, ya que lo estarán haciendo mientras se divierten y probablemente encontrarán en esta actividad un momento de desconexión de la vorágine diaria y de tranquilidad, que podrá servirles durante toda la vida.