“¿Tiene algún sentido, desde el punto de vista de la eficiencia, mover 70 kilos de peso con una máquina que pesa una tonelada y que se traslada de media tres kilómetros —la distancia habitual que se recorre al ir a trabajar en coche en Madrid— con el peso del ocupante y el vehículo?”, se pregunta el ingeniero y experto en movilidad Luis Álvarez-Cervela Roberes en un artículo de El País. Y basándonos en las cifras de ventas de bicicletas en Europa y España parece que para muchos la respuesta es un rotundo “No”. Según datos del 2011, en España ya se venden más bicicletas que coches: 780.000 bicis frente a 700.000 automóviles. Si nos fijamos en la Europa de los veintisiete, las cifras son aún más reveladoras: a los 13,14 millones de coches vendidos en ese mismo año, se le contraponen más de 20 millones de bicis. Y la tendencia sigue en aumento.
Pero, ¿cómo nació la bici?
Aunque en 1490 uno de los alumnos de Leonardo da Vinci ya tuvo la idea para un artilugio parecido a la bicicleta, el germen de la misma apareció en 1817 de la mano del barón alemán Karl von Drais. Su invento era conocido como draisiana, o máquina para caminar, y se propulsaba cual coche de los Picapiedra, poniendo alternativamente los pies en el suelo. Consistía en una estructura de madera apoyada sobre dos ruedas que el conductor debía guiar manejando la rueda delantera y que fue ideada para moverse más fácilmente por los Jardines Reales. Y realmente servía para poco más que para desplazarse por caminos muy bien cuidados.
En 1860, los franceses Pierre Michaux y Pierre Lallement le añadieron una barra mecánica que permitía maniobrar, incorporaba pedales y estaba conectada a la gigantesca rueda delantera. A este nuevo modelo se le llamó velocípedo (pies rápidos por su nombre en latín).
Le siguieron una serie de invenciones centradas en la rueda delantera o posterior incluyendo el velocípedo con barra de tracción trasera del escocés Thomas McCall en 1869. Esta bicicleta estaba construida de madera y metal y ya tenía un esqueleto tubular metálico en el que se montaban ruedas con radios metálicos y neumáticos de goma sólida. No tuvo demasiado éxito ya que la rueda trasera era demasiado grande y la distribución de peso era nefasta. El que se caía de la bici, se daba de bruces contra el suelo y solía acabar con la nariz rota.
A continuación surgió un nuevo modelo que solventó algunos de estos problemas. Se redujo el diámetro de la rueda trasera y se incorporó una relación de cambios que permitían alcanzar velocidades más rápidas.
Sin embargo, no fue hasta que J. K. Starley, J. H. Lawson y Shergold introdujeron la cadena de transmisión que conectaba el esqueleto con la rueda trasera, cuando la bicicleta se convirtió en un vehículo mucho más seguro ya que la cadena facilitaba el manejo y la conducción del aparato.
Pero no fue hasta 1885 cuando se introdujo lo que hoy se considera el prototipo de la bici moderna, la Starley’s 1885 Rover. Se le ajustó la altura del sillín, las dos ruedas tenían el mismo tamaño, se mejoró la distribución del peso gracias al cuadro en forma de diamante y se le acoplaron frenos. Algo más tarde también se le añadieron los neumáticos desarrollados por John Boyd Dunlop en 1988 y que incorporaban una cámara de aire. Además, se perfeccionó la rueda trasera lo para circular sin pedalear. El cambio de marchas y los frenos de mano fueron el paso siguiente y, a principios del siglo XX, la bicicleta ya había adquirido su forma actual y se había convertido en uno de los medios de transporte y ocio más populares.
La humilde bicicleta no es únicamente el medio de transporte de propulsión humana más eficiente (hasta el 99% de la energía que utilizas en pedalear se transmite a las ruedas), sino que también ha sido el motor de cambios sociales y culturales que van desde el alivio de la pobreza (estudios realizados en Uganda, Tanzania y Sri Lanka han demostrado un aumento del 35% en los ingresos de las familias a las que se le proporcionó una bici) a la liberación de las mujeres a finales del siglo XIX, sobre todo en el Reino Unido y Estados Unidos. Las feministas de la época la denominaron “la máquina de la libertad” ya que llevó a lo que se llamó la racionalización del vestuario femenino. Liberó a las mujeres de corsés, faldas hasta el tobillo y demás vestuario restrictivo a la vez que les aportó movilidad. La famosa sufragista Susan B. Anthony declaró en una entrevista al New York World en 1896: “La bicicleta ha hecho más por la emancipación de las mujeres que ningún otro invento”.
Y si no puedes salir a pedalear, al menos tienes nuestros puzzles 😉
[gdl_gallery title=»bici» width=»252″ height=»252″ ]