Hola, soy un macaron y estoy buenísimo. Quizá suena un poco pedante pero c’est la vie. Sí, también soy francés, al menos de adopción. En mi familia nunca ha habido consenso acerca de mis orígenes, para unos soy cien por cien français y nací en 791 en una abadía de Comrey, pero para otros nací en Italia y Catalina de Médici me trajo a Francia en 1533 cuando se casó con el rey Enrique II. Je ne m’inquiète pas, a mí plin.
Mi nombre viene del italiano “maccherone” o “macaroni” y antes también llamaban así a una preparación salada que consistía en una masa fina hecha de harina, especias y queso gratinado. Mais este pariente italiano tiene muy poco que ver conmigo. Yo soy redondo. Estoy hecho de harina de almendra, azúcar y claras de huevo y con el tiempo me han añadido otros ingredientes que me han convertido en una criatura aún más deliciosa. Très bon!
A mediados del siglo XVII ya figuro en los libros de cocina franceses a menudo como acompañamiento a otras recetas. Y a finales del XVIII, en la ciudad de Nancy, las hermanas Marguerite y Marie-Elisabeth del convento de Les Dames du Saint Sacrament empezaron a hornearme para complementar la estricta dieta vegetariana que su orden religiosa imponía. Cuando se cerró el convento durante la revolución francesa, estas dos monjas empezaron a venderme para poder ganarse la vida. Gracias a mí, ahora tienen una calle en Nancy con el nombre por el que se las conocía en la época: Les Soeurs Macarons (“las hermanas de los macarons”).
Para tener el magnífico aspecto que luzco ahora tenemos que viajar unos cien años en el tiempo, al París de principios del siglo XX, a la afamada pastelería y salón de té Ladurée, donde Pierre Desfontaines, el hombre al que considero mi padre espiritual, tuvo la idea de poner crema o ganache entre dos macarons de la época y… voilà! C’est moi. Nació mi verdadero yo, el macaron parisino que algunos apodan “gerbet” por el repostero Claude Gerbet, que también me reclama como hijo suyo. Yo los quiero a los dos pero, mes chéris, entre nosotros, prefiero que me llamen macaron y no me importa ni el color de mi galleta ni el sabor de mi relleno.
Aunque mis raíces son franco-italianas y considero que florecí en París, tengo parientes repartidos por todo el mundo. En Suiza está mi primo luxemburgerli, que es más pequeño y ligero. En Corea del Sur tengo a otro primo elaborado con polvo de té verde. En Japón vive makaron que está hecho con harina de cacahuete y sigue el estilo wagashi. Y en España está uno de mis familiares más queridos y que suele salir mucho por Navidad, el alfajor. Y estos son sólo algunos. Bon appétit!
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